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Aprender la lentitud - Choices Consulting

¿Alguna vez has visto una flor crecer?

Su maravilla reside justamente en el tiempo que tarda en crecer…

En la vida, el tiempo no es corto ni largo, pero si puede ser rápido o lento. La velocidad que le imprimimos a nuestro vivir es una decisión personal, individual.

Expresiones que escuchamos comúnmente como: “Este año se fue volando!”, es una clara evidencia de cómo tú has decidido vivirlo, el año no se va volando, tú lo viviste volando, y en tu volar, quién sabe de cuántas cosas te habrás perdido…

Hemos aprendido que la rapidez es sinónimo de efectividad, eficiencia, de más, de mejor, es de hecho, premiada y sobrevalorada versus la lentitud. Y ¿quién habla de lo que te suma la lentitud?

El escritor Carl Honoré, uno de los promotores de la Filosofía Slow, conocido por su libro “Elogio de la lentitud”, menciona que la hiperactividad actual nos lleva a dedicar nuestras energías a otras metas que nos hacen olvidar las cosas importantes de la vida. Sufrimos la enfermedad del tiempo creyendo que todo se debe hacer rápido. Intentemos decrecer el ritmo alocado en qué vivimos para no perdernos a nosotros mismos. Simplemente reduzcamos la marcha y busquemos el tiempo justo para cada cosa; saboreemos cada momento priorizando lo imprescindible.

Yo en lo personal, defino la vida como un espacio de tiempo lleno de pequeños instantes, que en conjunto abren paso a la experiencia del vivir, al estar, al ser “en la vida”, y lo que condiciona esa experiencia, es el tiempo. La velocidad del tiempo es inversamente proporcional a la riqueza de la experiencia de vivir.

Cuando vives con rapidez eres incapaz de percibir y disfrutar esos pequeños instantes, te vuelves ciego, sordo e insensible ante las maravillas a tu alrededor, te pierdes la conexión con la vida.

El movimiento “Slow” abarca todos los aspectos de la vida, desde el cómo te despiertas en la mañana, cómo comes, cómo conversas, cómo piensas, cómo saludas y abrazar al otro, cómo miras a los ojos, cómo caminas, cómo manejas, cómo respiras, cómo duermes, qué tanto dejas quedarse a las emociones en tu cuerpo, cómo quieres crecer, qué tanto paso das al silencio y a la soledad en tu vida, qué tanto dedicas simplemente a mirar lo que sucede a tu alrededor sin necesidad de “tener que hacer” algo, qué tanto te dejas sorprender y maravillar, qué tanto fluyes con tu propia energía y la de otros, en fin, podríamos hacer una lista muy larga, pero en resumen, se trata de qué tanto te permites experimentar cada instante, cada segundo de tu vida, tu presente, tu Aquí y Ahora.

Reconcíliate con el tiempo, reconcíliate con la “nada”, reconcíliate con el silencio…

¿Habías pensado en esto antes?.  Si no sabes cómo darle paso a la lentitud en tu vida, puedes empezar intentando ver cómo crece una flor…