“Si lo quieres bien hecho, hazlo tú”, está frase estuvo presente en mi vida muchísimos años. Desde la época de escuela yo pensaba que tenía que hacer todo para que saliera bien, luego en la universidad me costaba confiar en otros cuando tenia que trabajar en equipo. Si no hubiese tomado consciencia de esto hace años, quizás habría pasado mi vida pensando que yo era mejor que los demás, habría tenido problemas para delegar y lograr resultados a través de otras personas.
Solemos buscar consciente o inconscientemente estándares de comparación para todo y todos.
Nuestros estándares son construídos a través del paso de los años. En la infancia se construyen de lo que nos decían nuestros padres y figuras de influencia, de ellos como modelos y otras personas en la familia y círculo de amigos, así se van formando nuestras creencias, más adelante se integran con las experiencias vividas en las distintas etapas de la vida, la escuela, la universidad, las relaciones de pareja, con amistades, maestros, la influencia de los medios de comunicación y sociales, en fin, terminamos cargando una mochila llena de juicios, creencias, expectativas, estándares, etc, muchas veces muy rígidos, inflexibles e inconscientes, y creemos que son propios, pero la mayor parte de las veces, no lo son, son de otros, y de tanto escucharlos y del impacto que han tenido en nuestra vida, los hemos hecho propios.
Si por un momento te detienes a pensar, seguramente identificarás alguno.
El punto es que necesitamos tomar consciencia de la influencia que las viejas creencias tienen en nuestras vida, sobretodo aquellas que no nos permiten crecer, aquellas que bajan nuestra autoestima o incluso aquellas que destrozan cualquier intento de superación.
Las más comunes y mortales son las que dictan cuando eres “exitoso” o “fracasado”. Pareciera a veces que somos exitosos de acuerdo con la sociedad y somos fracasados de acuerdo con nosotros mismos.
Lo extraño es ¿porqué tener estándares de origen tan distinto para el éxito y para el fracaso? Quizá es que inconscientemente buscamos dónde la vara esté más alta. Si comparamos continuamente nuestro éxito con el mundo, quizás sea inalcanzable y difícilmente llegaremos a sentirnos satisfechos y realizados.
Te invito a tomar consciencia de cuáles son tus estándares y de dónde vienen, si son tuyos o son aprendidos de alguien más. Y una vez que hayas hecho ese trabajo, construye tus propios estándares de éxito y fracaso, con aquello en lo que tú crees, con lo que es importante para ti, con lo que a tí te hace sentir satisfecho, feliz y realizado.
Mira el desempeño de los demás solo como un estímulo para dar siempre lo mejor de tí, no para compararte y sentirte derrotado.