La respiración es lo único que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. La familia, los amigos, la ciudad en la que vives, todo eso puede cambiar.
Por lo general, asumimos la respiración como un hecho y no le prestamos atención, a no ser que algo nos impida respirar con normalidad.
Nuestra respiración nos habla, nos da señales cuando estamos enojados, ansiosos, con miedo, emocionados, calmados, cuando nuestra emoción cambia, cambia nuestra respiración, y si sabemos escucharla y sintonizar con ella, seríamos capaces de manejar de mejor forma no solo nuestra emocionalidad, sino también nuestra atención y conexión con el Aquí y el Ahora, así como la forma cómo enfrentamos cualquier situación de la vida.
La respiración es el principal ancla emocional que tenemos para estabilizarnos y enfocarnos. Es el punto de conexión entre cuerpo, mente y emoción.
Pareciera que nuestra respiración nos controla, pero si reconociéramos el poder que tenemos sobre ella, grandes cambios seríamos capaces de alcanzar. El otro día le enseñaba a mi hija a correr, como pisar, cómo mover los brazos y por supuesto, cómo respirar, y no me refiero solo a que el aire entra por la nariz y sale por la boca, sino al ritmo de la respiración, observa que si solo te dejas llevar por la agitación que te genera correr, tu propia respiración te cansará más y más rápido, pero si por el contrario, tomas consciencia de ella y tú marcas el ritmo con el que quieres respirar al correr, no solo ahorrarás más energía sino que también estarás más calmad@ al correr. Es un proceso que puede llevar algo de tiempo, no se aprende de la noche a la mañana.
Este es solo un ejemplo, que me ayuda a mostrarte a la respiración verdaderamente como una herramienta de vida, pasa lo mismo cuando experimentamos ciertas emociones, si estás viviendo un profundo miedo, o estás exhaltad@, nervios@, muy estresad@, o incluso distraid@, el tomar consciencia y luego control de tu respiración agitada, marcando un ritmo más despacio y espaciado, definitivamente tendrá un efecto positivo en la emoción o estado que estás viviendo.
Ahora, no hablamos de cualquier forma de respiración. Hablamos de la llamada respiración diafragmática, un tipo de respiración muy natural en el ser humano pero que tendemos a ignorar. La gente con altos niveles de estrés o ansiedad no suele respirar de esta manera casi nunca. Si estás todo el día suspirando o bostezando sin sueño es que tu cuerpo te está pidiendo respirar mejor. Esa respiración se llama abdominal, porque parece que estamos respirando por la barriga. El funcionamiento de la respiración diafragmática es tan fácil como llevar una gran cantidad de aire a la zona baja de los pulmones, y es ahí cuando se infla tu abdomen, y al exhalar, se desinfla tu abdomen y crece tu diafragma, así podemos garantizar una mejor ventilación y oxigenación.
Si creamos el hábito de practicarla regularmente, quizás a través de la meditación, tendremos un tipo de respiración mucho más equilibrada, nos ahorraremos mucha ansiedad innecesaria e incluso nos repondremos más rápido ante momentos de alto estrés o angustia.
Te doy un consejo práctico que puedes implementar en cualquier momento de tu día:
Cada cierto tiempo, detente unos segundos y observa tu respiración. Sólo observa sin juzgar ni pensar en lo que estás haciendo o tienes que hacer. Cierra los ojos si así te es más fácil y haz presente tu respiración, cómo entra y sale el aire, el vaivén de tu pecho, cómo recorre tu cuerpo. Siente la respiración. No hay nada más que hacer; solo respirar siendo consciente de la respiración.
Si practicas esto diariamente, poco a poco irás logrando conocer y dominar tu respiración, así como a utilizarla conscientemente como una herramienta para tu vida.