Es difícil definir lo que es no hacer nada, porque siempre estamos haciendo algo, incluso mientras dormimos.
El “no hacer nada” al que me refiero, no es sinónimo de flojera, aburrimiento, apatía o falta de productividad, pero así lo vemos normalmente en nuestra vida, porque nuestra cultura fomenta el estar en movimiento.
Pareciera que andar de un lado a otro y esforzarse por completar largas listas de tareas y pendientes es una forma de demostrar estatus, la falsa creencia de que estoy ocupado porque soy muy importante, útil, vital, necesario.
Tener momentos de manera consciente y planeada de “no hacer nada” (inactividad) tiene sus beneficios, te invita a abrir espacios de convivencia contigo mismo, de aprendizaje a escuchar el silencio, de observación contemplativa (sin juicios), espacios de creatividad, perspectiva y solución de problemas, te ayuda a fluir con tu mente, cuerpo y emoción, permitiéndote soltar y calmar tu necesidad de control.
De acuerdo con Manfred Kets de Vries, profesor de Desarrollo de Liderazgo y Cambio Organizacional de Insead en París, el no hacer nada (niksen) “te saca de tu mente y, después de un tiempo, eres capaz de ver las cosas con claridad”.
Doreen Dodgen-Magee, una psicóloga que estudia el aburrimiento, equipara el niksen con un auto que tiene el motor encendido, pero no se dirige a ningún lado.
A veces creemos que no tenemos derecho a no hacer nada, nos sentimos culpables, infértiles, débiles, no productivos. Sin embargo, esta visión que te acabo de compartir podría cambiarte esa perspectiva completamente.
Poner un alto a nuestro ciclo de la ocupación puede ser todo un desafío en una cultura que valora el hacer y la culminación de tareas. Estos son algunos consejos para ayudarte a parar y simplemente estar:
- Busca el tiempo para no hacer nada, y hazlo con un objetivo: identifica en qué momento eres más productivo y creativo, y luego identifica en qué momento tu mente comienza a detenerse o cuándo empiezas a trabajar como autómata. Es en ese momento cuando debes tomar un descanso y despejar tu mente. La intención detrás de la decisión es lo que cuenta. Ten claras tus prioridades, así como las tareas que te resultan placenteras y, siempre que te sea posible, delega las demás. Enfocarte en las partes verdaderamente relevantes de la vida puede ayudarte a crear espacios de tiempo libre en tu agenda. Aprovecha las oportunidades convenientes para practicar la inactividad, como cuando estás en una fila o esperando a que tus hijos salgan del colegio.
- Rompe con el círculo de la ocupación: Si no estás haciendo nada, tómatelo en serio. Cuando alguien te pregunte qué estás haciendo durante un descanso, responde sencillamente: “Nada”. No des explicaciones ni te sientas culpable o avergonzado, piensa que lo que haces es importante para ti.
- Reorganiza tu espacio: Tu entorno puede tener un gran impacto en qué tanto te puedes adentrar en la ociosidad, así que ten en cuenta el espacio físico en tu casa y tu lugar de trabajo. Mantén tus dispositivos alejados para que sea más difícil tomarlos y convierte algunos espacios de tu hogar en zonas aptas para “no hacer nada” (el niksen). Incluye un sofá cómodo, algunos cojines, manta, tapete, ec, y orienta los muebles en torno a una ventana, una chimenea, etc, en lugar de la T.V. Y si no puedes acondicionar tu casa para esto o la dinámica del hogar no te lo permite, simplemente sal a caminar a un parque u otro lugar despejado.
- Sé creativo: si te cuesta conectarte con el no hacer nada, busca otras formas, haz una cita en un Spa, busca juegos sin reglas como la arena cinética, las esferas de relajación, un circuito de canicas, etc., y así le haces pensar a tu mente que está ocupada.
- Ejercita el músculo: esta práctica es una disciplina y se aprende poco a poco, la meditación o mindfulness pueden ayudarte, el fortalecer tu capacidad de atención plena incrementa el valor que conseguirás de tus espacios de no hacer nada.
- Maneja tus expectativas: esta práctica requiere tiempo y esfuerzo, así que no te desanimes si no empiezas a sentir de inmediato los beneficios de la inactividad. Quedarte sentado y quieto de hecho podría ser incómodo al principio, pero luego dirás, Wow!
Intenta poner en práctica el no hacer nada (con intención) y observa lo qué sucede en ti.