El teléfono celular se ha convertido en una extensión de nosotros y para muchas personas, en una adicción. En promedio, una persona ve su celular unas 150 veces al día, algunas muchas más.
En las salas de espera, en elevadores, en el Starbucks, en la fila del súper, en el trabajo, en la casa, en el cine, en un concierto, caminando por la calle, manejando, comiendo, y peor aún, jugando con nuestros hijos, hablando con nuestra pareja, segundos antes de dormir, segundos después de despertar. En cualquier momento y en cualquier lugar estamos viendo la pantalla de nuestro celular.
Para quienes creíamos que esto de la adicción al celular era una exageración; México es uno de los países con mayores problemas en el uso de dispositivos móviles en los salones de clase, según un estudio de Forbes, que indica que el crecimiento anual de uso de smartphones está por encima de 40% anual.
Sabías que ya el IMSS ya catalogó como trastorno psiquiátrico la adicción al celular (o miedo irracional a estar sin el celular)? Así es, se llama nomofobia. El uso excesivo del celular puede tener terribles consecuencias, desde malestares en articulaciones, ojos, huesos y oídos hasta insomnio, estrés, depresión y ansiedad. Esto sin considerar el bajo rendimiento escolar y la pobre productividad laboral.
Entre los muchos efectos psicológicos del uso excesivo del celular, uno de los que quiero puntualizar aquí, es el incremento del INDIVIDUALISMO. Qué contradicción no? Somo seres sociales, desde pequeños y durante toda la vida, el desarrollo de habilidades sociales, el sentido de pertenencia, la construcción de relaciones con otros, entre otras, forman parte fundamental de nuestra propia definición de quiénes somos en el mundo, sin embargo, hoy en día pasamos tanto tiempo de nuestras vidas conectados a dispositivos móviles que ésta dependencia termina afectando nuestra capacidad para manejar nuestras emociones efectivamente, la tolerancia a la frustración, la empatía, el manejo de los conflictos, nuestra capacidad de espera, nuestra capacidad de disfrute, hasta llegamos a cambiar nuestras prioridades de vida, nuestra escala de apreciación y de valores, y ahora resulta que, siendo capaces o no de reconocerlo, nuestra dinámica familiar cambia, la relación con nuestros hijos, con nuestra pareja, con nuestros amigos, incluso nuestra propia autoestima y autoconcepto, el centro de todo ya no son ellos ni nosotros, alguien más ocupa ese lugar, y terminamos convirtiéndonos en seres asociales y digitales habitando un universo social…
Muchos de nosotros pensamos o decimos, yo aún no estoy a ese nivel, te comparto algunas alertas y recomendaciones:
- Nota qué tan enganchado estás del dispositivo: Si de pronto te quedas sin carga o sin datos en tu celular u olvidas el dispositivo y te resulta evidente que estás experimentando ansiedad acompañado de una necesidad urgente por remediarlo, y además cuando vuelves a tener tu celular y sientes un alivio inmediato: ¡ten cuidado! Es probable que estés más enganchado con tu celular de lo que te gustaría reconocer.
- Nota cómo está interfiriendo en tu vida: Presta atención a cómo interactúas con tus amigos y familia; por ejemplo, nota si pasas más tiempo en el celular cuando sales con tus amigos o si sientes que la calidad de tus interacciones han perdido cierta intimidad; si has tenido problemas de pareja, laborales, o incluso si has estado cerca de tener accidentes en automóvil por el uso del celular, si has tenido un deterioro en tu calidad de vida ten cuidado, tal vez no estés usando tu dispositivo de la mejor manera.
- Úsalo como un premio: Si estás realizando alguna actividad, pon pequeñas metas y cuando las logres toma un descanso y prémiate con revisar tu dispositivo. Este consejo podría servir especialmente bien para los padres.
- Desconéctate: Sencillamente no uses las redes o los dispositivos por un fin de semana, no pasará nada si te das un descanso.
- Conéctate, vive el momento presente, el Aquí y Ahora: Intenta conectarte con lo que estés haciendo, por ejemplo, nota qué se siente tener una conversación con tus amigos, jugar con tus hijos, ver fotos y recordar viejos tiempos con tu pareja o cualquier actividad placentera para ti, incluso si no lo estás pasando tan bien por pensar en qué estará sucediendo en las redes, identifica tus propios pensamientos y emociones, checa cómo llegan y cómo se van.
Y recuerda, no permitas que un fantasma se interponga entre tú y los que amas…