He escuchado y leído en distintos contextos, ese título sobre las competencias que se necesitan para ser exitoso en el futuro, y cada vez que lo hago siento un corto circuito en mi cerebro, inmediatamente dos ideas vienen a mi mente.

Por un lado, la subjetividad de la definición de éxito, seguimos hablando de él como si todos lo entendiéramos de la misma forma.  Podemos verlo desde la definición más socialmente conocida, como aquella que se asocia al triunfo, al reconocimiento público por nuestros méritos, al alcance de cierto estatus, incluso a la fama, la influencia/poder o la riqueza; o podemos tomar la definición que plantea la Real Academia Española: el “Resultado, en especial feliz, de una empresa o acción emprendida, o de un suceso”, la cual pareciera algo más sensata ya que introduce el término “feliz” y eso le da un carácter más idiosincrático y menos universal; o, podemos llegar a reconocer abiertamente que el éxito no tiene una definición única, es algo que está tan intrínsecamente vinculado a la satisfacción, bienestar y felicidad personal y por tanto, a la propia historia del ser humano, que cada uno tiene su definición de éxito personal.  Esta definición planteada por Henry Ford me agrada más:

“El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene.” –

La segunda idea que surge del corto circuito, tiene que ver con la palabra “competencias”, ¿realmente son ciertas competencias las que nos permitirán ser exitosos en el futuro o se necesita más que eso?

Está claro que cuando hablamos de competencias nos referimos a aquellas habilidades, conocimientos, capacidades, que necesitamos para lograr ser efectivos en un área específica, sin embargo, pensando en los retos de un futuro no tan lejano, creo que necesitaremos muchas otras cosas.

En el último reporte del Foro Económico Mundial «El futuro del trabajo 2020» se hace la siguiente proyección hacia el año 2025:

  • 85 millones de puestos de trabajo podrían ser desplazados por un cambio en la división del trabajo entre los humanos y las máquinas.
  • Surgirán al menos – 97 millones de nuevos empleos – que se adapten mejor a la nueva división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos.

Dentro de las áreas que crecen constantemente en las principales economías del mundo, están la economía verde, la economía de datos, la inteligencia artificial, ingeniería, computación en la nube, desarrollo de productos, entre otras.

Y escucha con atención esta afirmación del FEM con la que estoy 100% de acuerdo, “las nuevas oportunidades serán no solo para quienes tengan la opción de estudiar, sino para aquellos que logren adaptarse a las nuevas exigencias”.

Los escenarios futuristas están poniendo en evidencia cambios culturales significativos y profundos que serán posible gracias a los avances tecnológicos, y afectarán drásticamente todos los aspectos de nuestra vida moderna, incluida la forma en que trabajamos, nos comunicamos, viajamos, salimos, comemos, nos relacionamos, nos cuidamos, nos entretenemos, vivimos en familia, entre otros tantos aspectos.

De manera que, si intentamos dimensionar ese futuro que está a la vuelta, necesitamos repensar lo que verdaderamente nos empoderará para enfrentar y manejar los nuevos retos de ese entorno.

En varios artículos que he leído donde hacen referencia al impacto de las proyecciones del FEM, mencionan consistentemente la necesidad de enfocarse en desarrollar competencias clave como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la autogestión, el aprendizaje activo, la resiliencia, la flexibilidad y la tolerancia al estrés.

Desde mi punto de vista, esas competencias son fundamentales y necesarias, sin embargo, se requerirá de mucho más que eso, debemos empezar a mirar aspectos vitales que nos permitan construir una nueva forma de pensar, sentir y experimentar la realidad, me refiero a valores muy firmes y hábitos realmente transformadores.

  1. Atención plena: la capacidad de atender a lo que sucede en el momento presente, de una manera no reactiva y sin juicios, lo que implica ser capaces de autorregular nuestra atención, y adoptar en todo momento una actitud de curiosidad, apertura y aceptación.
  2. Narrativa y escucha: escuchar más y hablar menos (Regla 80/20), además de saber hacer las preguntas correctas, y utilizar el silencio como una poderosa herramienta de comunicación.
  3. Automotivación: necesitamos ser cada vez más autosuficientes en el manejo y logro de nuestros resultados, depender menos de fuentes externas (entiéndase, la palabra de reconocimiento del jefe o cualquier otra persona, las consecuencias tangibles como el dinero, tiempo libre, y otros beneficios personales, etc), y mucho más si hoy ya estamos sumergidos en un entorno de trabajo remoto, que llegó para quedarse.
  4. Optimismo y esperanza: ser capaces de mirar hacia el futuro con una confianza razonable y encontrar posibilidades. Es tener la convicción de que lo que se quiere, se puede obtener. La esperanza puede ser un ancla poderosa en tiempos turbulentos.
  5. Visión colectiva: la urgencia por tener que hacer las cosas solos, para sentirnos capaces y hasta triunfadores, quedó atrás. Por un lado, lo que hemos vivido ha confrontado nuestras prioridades y nos invita a pensar, vivir y actuar de una manera diferente para poder salir adelante juntos. Y por el otro, cada vez más nos hemos dado cuenta que la suma de nuestras voluntades y talentos nos permite lograr cosa grandiosas e inimaginables, de manera que, este es el mejor momento para hacer o empezar a hacer las cosas juntos.